Por si cabía la menor duda, vamos a desmitificar la supuesta relación lenguaje-raza distinguiendo raza de etnia y el compromiso que tienen con la lengua.
Raza expresa una dotación biológica, concretamente genética, que codifica a un ser vivo para manifestar una serie de rasgos y su composición primaria. Dicho de una u otra forma, tal término se encarga de representar aspectos físicos. Aspectos encomendados a adaptaciones al clima, la geomorfología del lugar, resoluciones para sobrevivir, etc. Mientras que etnia engloba el concepto anterior, además de culturales, lingüísticos, políticos, etc. La humanidad entera comparte un mismo origen. Así que la lengua no es asunto de la herencia, nacemos dispuestos a manejar cualquiera (sin problemas fisiológicos y demás obstáculos específicos de una disfunción que repercutirían en el habla, sin embargo) y es aquí donde empiezan a desmantelarse argumentos equívocos sobre la identidad nacional. O también es donde pueden crecerse. Pilar éste que ha aparecido en escena por medio de la comunicación de masas, entre otros; titulado como “el gen del lenguaje”. ¿Y qué sostiene todo ello? Con un corte general habla de un gen denominado FOXP2 que ha llegado a dar supuestas muestras de su funcionalidad en miembros de familias con rasgos iguales en este gen y las mismas peculiaridades en el lenguaje mientras que otros miembros de la misma, “normales genéticamente”, no presentaban los mismos detalles lingüísticos. Aun fresca, esta excepción se ve rodeada de lagunas como la función específica de la variación de los aminoácidos y su relación con el lenguaje; que la impiden posicionarse más allá de la línea de un supuesto.
Estos resultados sumados a que la diferencia de este gen humano y el que afecta al chimpancé es de dos características en los aminoácidos (componentes de los genes) respaldarían este pilar como segunda opción y también como vemos, más tenue.
De intérpretes doctos y renombrados destacamos a Noam Chomsky con su perspectiva del lenguaje como “módulo” independiente del cerebro aunque después se relacione con él. O Gerald Edelman que apuesta por la unidad del lenguaje como resultado del funcionamiento del cerebro y no una causa. Todo ello por ver de dónde sale el lenguaje o de dónde lo sacamos... pero las conclusiones más contundentes son tendenciosamente globalizadoras y se siguen recreando, de momento, en la existencia de una gramática universal y un desdoblamiento de las distintas lenguas por igual, salvedad de las distinciones a posteriori. Pero, en definitiva, no es mejor ni peor una que otra, ni por ello se deba conservar una u otra de mejor manera, ni es más complicado adquirir una lengua materna y en función de ésta aprender otras, ni resta capacidades de perfección a la hora de ejecución en el usuario de varias lenguas (multilingüismo), etc.
Hablando de genes y orígenes, precisamente una de las situaciones políticas que competen a la identidad nacional con mayor grado de suspense es la que configura la realidad vasca; y es que se dice que su ascendencia podría traspasar hasta los primeros pobladores sapiens sapiens de Europa. Pero hemos quedado en que lenguaje y política en ese aspecto no casan, que podría ser igual de “euskaldun” (vascohablante) un euskera de pura cepa que el ser humano más parecido a un extraterrestre. De tal manera que esta puerta se cierra silenciando argumentos perdidos que aun hoy son escuchados u oídos. Puerta cerrada a un tema que abriremos de forma más amplia posteriormente.
jueves, 21 de febrero de 2008
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