Tras la presentación y el inciso de prensa, cabe ahora hacer una introducción de lo que va a ser la introducción o dar unas nociones imprescindibles acerca de lo que se entiende y lo que no se entiende por lengua, enfocadas a nuestra labor. Líneas que recorrerán el despliegue de nuestra investigación lingüística en constante fusión con el ámbito político-cultural. Así, fijar conceptos o cuestiones dejará ver nuestro punto de partida y supuestos tangibles.
A las definiciones de “lengua” entendidas de una u otra forma, las podemos someter a un sugerente punto de vista reducido, que es entenderla como la interrelación de ideas o realidades a transmitir por un individuo. En muchas definiciones se la distingue sencillamente de la comunicación animal… pero el factor común es su naturaleza sistemática viva.
Culturalmente se tiende a reconocer una etnia con una lengua, aunque no sea del todo adecuado. En general, el mundo lingüístico comprende desde razas hasta costumbres. Razas que más adelante veremos que no determinan tanto la lengua; y costumbres que mueven, procrean o mutan parámetros establecidos por y para la relación social comunicativa. Cuantificar las lenguas si no es una tarea complicada, es dada por imposible pues como órgano “viviente” nacen y mueren al antojo de los hablantes y del mayor o menor uso que se las den. Para encauzarlo a nuestro marco nacional en comparación al resto de núcleos de habla conocidos o reconocidos, mención especial se gana la situación española lingüística que si bien es germen de discrepancias, polémica, debate, defensivas y, en el peor de los casos, ofensivas; abrir la perspectiva a otros países y grupos sociales podría resultar alentador al comprobar que existen situaciones peores o mejores, dependiendo de cómo se mire. Ejemplo son alrededor de 9 países que por sí solos poseen más de 200 lenguas. Camerún, de doce millones de habitantes conviviendo en un tercio de lo que sería el área española cuenta con 270, mientras la suma de toda Europa asciende a 225 lenguas. India supera las cifras con 380; no menos las 450 de Indonesia y continúa la puja aquellas 670 en Indonesia. ¿Se puede dar más? De momento a la cabeza queda Papúa Nueva Guinea conformando una red de comunicaciones en 850 lenguas diferentes; tanto es así que no se entienden unos con otros.
Ahora a lo grande. El reparto de lenguas por el mundo queda en un 15 por ciento para América, treinta por ciento por África, el 32 es para Asia, ya un 19 del porcentaje representa las lenguas habladas en el Pacífico conteniendo a Australia y la minoría es el 4 por ciento que coexisten en Europa y Oriente Medio.
Pero lo que tienen todas en común es el mantener rasgos semejantes que las caracterizan porque se ha demostrado que se puede expresar lo mismo en unas y otras lenguas obedeciendo todo ello a la necesidad de percepción de la realidad mediante representaciones comunes y matizadas. La explicación, hoy por hoy lejos está de fundamentarse en la herencia genética, ni en la genética misma. Contamos con el sistema cognitivo, que no es poco, el cuál formará un triángulo junto con el cerebro y experiencia de la realidad cuyo centro será el lenguaje.
Eso de contar las lenguas habidas queda en manos de quien quiera volverse loco y ponerse. Verdadero sentido tendría ponerse primero de acuerdo, acordar qué tomamos por lengua y luego empezar el recuento como se hacen los censos demográficos, que por mucho que se comparen las hablas con el ser y estar vivo parece no ser merecedora de ser tomada como tal, en toda su extensión, aparcándose la costosa búsqueda en cierto modo. Y resultado de esos esfuerzos son cifras aproximadas que sustentan una base de datos maleable o poco fija y aunada.
En España es habitual nombrar cuatro lenguas como mínimo: castellano, catalán, vasco y gallego. Bien pues el Ethnologue complementa o lleva la contraria enumerando 14: aragonés, bable (dialecto de los asturianos), vasco, caló (lenguaje de los gitanos españoles), catalán, extremeño, chapurreau, gallego, gascón (dialecto románico de la antigua región francesa Gascuña) o aranés (variante del gascón), romaní (lengua de unos pocos gitanos en España), quinqui referente a cierto grupo social marginado de la sociedad por su forma de vida) y castellano; además de las dos lenguas de señas para sordos (castellana y catalana). Aunque parezcan muchas, podrían considerarse más… por no hablar de las variantes de las mismas. El contarlas es proporcional a la definición previa, demostrado.
viernes, 15 de febrero de 2008
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