Pues bien, aludiendo a la diversidad lingüística de nuestro país nos embarcaremos en un viaje para explicar brevemente el origen de estas lenguas que cohabitan en la nación española.
Comenzaremos por la lengua oficial de todo el territorio español: el castellano.
El castellano tuvo su origen en Cantabria y, aunque lo esperable hubiese sido que el leonés y el aragonés hubiesen evolucionado a la categoría de lenguas, la hegemonía de Castilla hizo que el castellano se fuese imponiendo.
La unidad política de Castilla y Aragón, el fin de la reconquista, la anexión de Navarra y la aventura americana favorecieron la extensión del castellano, convirtiéndose en una lengua culta y común para los españoles, al mismo tiempo que recibió influencias aragonesas, leonesas, etc.
Este complejo dialectal fue la lengua que se llevó a América.
En cuanto a su evolución, adquirió la noción de lengua a finales del siglo XIII. Surgió una norma que fijó la grafía y se consolidó gracias al esplendor de la literatura de los siglos XVI y XVII.
En el siglo XVIII la ilustración apoyó la idea de cultivar una sola lengua y se creó la Real Academia. Ya en el siglo XIX se produjo una recuperación de las lenguas vernáculas, pero al final de éste período se produjeron migraciones de obreros que fomentaron el uso del castellano en las clases bajas.
En el siglo XX continuaron las migraciones y esto, unido a los medios de comunicación ha hecho posible la enorme difusión del castellano en la actualidad.
lunes, 25 de febrero de 2008
jueves, 21 de febrero de 2008
Orígenes, genes y gente
Por si cabía la menor duda, vamos a desmitificar la supuesta relación lenguaje-raza distinguiendo raza de etnia y el compromiso que tienen con la lengua.
Raza expresa una dotación biológica, concretamente genética, que codifica a un ser vivo para manifestar una serie de rasgos y su composición primaria. Dicho de una u otra forma, tal término se encarga de representar aspectos físicos. Aspectos encomendados a adaptaciones al clima, la geomorfología del lugar, resoluciones para sobrevivir, etc. Mientras que etnia engloba el concepto anterior, además de culturales, lingüísticos, políticos, etc. La humanidad entera comparte un mismo origen. Así que la lengua no es asunto de la herencia, nacemos dispuestos a manejar cualquiera (sin problemas fisiológicos y demás obstáculos específicos de una disfunción que repercutirían en el habla, sin embargo) y es aquí donde empiezan a desmantelarse argumentos equívocos sobre la identidad nacional. O también es donde pueden crecerse. Pilar éste que ha aparecido en escena por medio de la comunicación de masas, entre otros; titulado como “el gen del lenguaje”. ¿Y qué sostiene todo ello? Con un corte general habla de un gen denominado FOXP2 que ha llegado a dar supuestas muestras de su funcionalidad en miembros de familias con rasgos iguales en este gen y las mismas peculiaridades en el lenguaje mientras que otros miembros de la misma, “normales genéticamente”, no presentaban los mismos detalles lingüísticos. Aun fresca, esta excepción se ve rodeada de lagunas como la función específica de la variación de los aminoácidos y su relación con el lenguaje; que la impiden posicionarse más allá de la línea de un supuesto.
Estos resultados sumados a que la diferencia de este gen humano y el que afecta al chimpancé es de dos características en los aminoácidos (componentes de los genes) respaldarían este pilar como segunda opción y también como vemos, más tenue.
De intérpretes doctos y renombrados destacamos a Noam Chomsky con su perspectiva del lenguaje como “módulo” independiente del cerebro aunque después se relacione con él. O Gerald Edelman que apuesta por la unidad del lenguaje como resultado del funcionamiento del cerebro y no una causa. Todo ello por ver de dónde sale el lenguaje o de dónde lo sacamos... pero las conclusiones más contundentes son tendenciosamente globalizadoras y se siguen recreando, de momento, en la existencia de una gramática universal y un desdoblamiento de las distintas lenguas por igual, salvedad de las distinciones a posteriori. Pero, en definitiva, no es mejor ni peor una que otra, ni por ello se deba conservar una u otra de mejor manera, ni es más complicado adquirir una lengua materna y en función de ésta aprender otras, ni resta capacidades de perfección a la hora de ejecución en el usuario de varias lenguas (multilingüismo), etc.
Hablando de genes y orígenes, precisamente una de las situaciones políticas que competen a la identidad nacional con mayor grado de suspense es la que configura la realidad vasca; y es que se dice que su ascendencia podría traspasar hasta los primeros pobladores sapiens sapiens de Europa. Pero hemos quedado en que lenguaje y política en ese aspecto no casan, que podría ser igual de “euskaldun” (vascohablante) un euskera de pura cepa que el ser humano más parecido a un extraterrestre. De tal manera que esta puerta se cierra silenciando argumentos perdidos que aun hoy son escuchados u oídos. Puerta cerrada a un tema que abriremos de forma más amplia posteriormente.
Raza expresa una dotación biológica, concretamente genética, que codifica a un ser vivo para manifestar una serie de rasgos y su composición primaria. Dicho de una u otra forma, tal término se encarga de representar aspectos físicos. Aspectos encomendados a adaptaciones al clima, la geomorfología del lugar, resoluciones para sobrevivir, etc. Mientras que etnia engloba el concepto anterior, además de culturales, lingüísticos, políticos, etc. La humanidad entera comparte un mismo origen. Así que la lengua no es asunto de la herencia, nacemos dispuestos a manejar cualquiera (sin problemas fisiológicos y demás obstáculos específicos de una disfunción que repercutirían en el habla, sin embargo) y es aquí donde empiezan a desmantelarse argumentos equívocos sobre la identidad nacional. O también es donde pueden crecerse. Pilar éste que ha aparecido en escena por medio de la comunicación de masas, entre otros; titulado como “el gen del lenguaje”. ¿Y qué sostiene todo ello? Con un corte general habla de un gen denominado FOXP2 que ha llegado a dar supuestas muestras de su funcionalidad en miembros de familias con rasgos iguales en este gen y las mismas peculiaridades en el lenguaje mientras que otros miembros de la misma, “normales genéticamente”, no presentaban los mismos detalles lingüísticos. Aun fresca, esta excepción se ve rodeada de lagunas como la función específica de la variación de los aminoácidos y su relación con el lenguaje; que la impiden posicionarse más allá de la línea de un supuesto.
Estos resultados sumados a que la diferencia de este gen humano y el que afecta al chimpancé es de dos características en los aminoácidos (componentes de los genes) respaldarían este pilar como segunda opción y también como vemos, más tenue.
De intérpretes doctos y renombrados destacamos a Noam Chomsky con su perspectiva del lenguaje como “módulo” independiente del cerebro aunque después se relacione con él. O Gerald Edelman que apuesta por la unidad del lenguaje como resultado del funcionamiento del cerebro y no una causa. Todo ello por ver de dónde sale el lenguaje o de dónde lo sacamos... pero las conclusiones más contundentes son tendenciosamente globalizadoras y se siguen recreando, de momento, en la existencia de una gramática universal y un desdoblamiento de las distintas lenguas por igual, salvedad de las distinciones a posteriori. Pero, en definitiva, no es mejor ni peor una que otra, ni por ello se deba conservar una u otra de mejor manera, ni es más complicado adquirir una lengua materna y en función de ésta aprender otras, ni resta capacidades de perfección a la hora de ejecución en el usuario de varias lenguas (multilingüismo), etc.
Hablando de genes y orígenes, precisamente una de las situaciones políticas que competen a la identidad nacional con mayor grado de suspense es la que configura la realidad vasca; y es que se dice que su ascendencia podría traspasar hasta los primeros pobladores sapiens sapiens de Europa. Pero hemos quedado en que lenguaje y política en ese aspecto no casan, que podría ser igual de “euskaldun” (vascohablante) un euskera de pura cepa que el ser humano más parecido a un extraterrestre. De tal manera que esta puerta se cierra silenciando argumentos perdidos que aun hoy son escuchados u oídos. Puerta cerrada a un tema que abriremos de forma más amplia posteriormente.
viernes, 15 de febrero de 2008
Etiquetar una lengua
Tras la presentación y el inciso de prensa, cabe ahora hacer una introducción de lo que va a ser la introducción o dar unas nociones imprescindibles acerca de lo que se entiende y lo que no se entiende por lengua, enfocadas a nuestra labor. Líneas que recorrerán el despliegue de nuestra investigación lingüística en constante fusión con el ámbito político-cultural. Así, fijar conceptos o cuestiones dejará ver nuestro punto de partida y supuestos tangibles.
A las definiciones de “lengua” entendidas de una u otra forma, las podemos someter a un sugerente punto de vista reducido, que es entenderla como la interrelación de ideas o realidades a transmitir por un individuo. En muchas definiciones se la distingue sencillamente de la comunicación animal… pero el factor común es su naturaleza sistemática viva.
Culturalmente se tiende a reconocer una etnia con una lengua, aunque no sea del todo adecuado. En general, el mundo lingüístico comprende desde razas hasta costumbres. Razas que más adelante veremos que no determinan tanto la lengua; y costumbres que mueven, procrean o mutan parámetros establecidos por y para la relación social comunicativa. Cuantificar las lenguas si no es una tarea complicada, es dada por imposible pues como órgano “viviente” nacen y mueren al antojo de los hablantes y del mayor o menor uso que se las den. Para encauzarlo a nuestro marco nacional en comparación al resto de núcleos de habla conocidos o reconocidos, mención especial se gana la situación española lingüística que si bien es germen de discrepancias, polémica, debate, defensivas y, en el peor de los casos, ofensivas; abrir la perspectiva a otros países y grupos sociales podría resultar alentador al comprobar que existen situaciones peores o mejores, dependiendo de cómo se mire. Ejemplo son alrededor de 9 países que por sí solos poseen más de 200 lenguas. Camerún, de doce millones de habitantes conviviendo en un tercio de lo que sería el área española cuenta con 270, mientras la suma de toda Europa asciende a 225 lenguas. India supera las cifras con 380; no menos las 450 de Indonesia y continúa la puja aquellas 670 en Indonesia. ¿Se puede dar más? De momento a la cabeza queda Papúa Nueva Guinea conformando una red de comunicaciones en 850 lenguas diferentes; tanto es así que no se entienden unos con otros.
Ahora a lo grande. El reparto de lenguas por el mundo queda en un 15 por ciento para América, treinta por ciento por África, el 32 es para Asia, ya un 19 del porcentaje representa las lenguas habladas en el Pacífico conteniendo a Australia y la minoría es el 4 por ciento que coexisten en Europa y Oriente Medio.
Pero lo que tienen todas en común es el mantener rasgos semejantes que las caracterizan porque se ha demostrado que se puede expresar lo mismo en unas y otras lenguas obedeciendo todo ello a la necesidad de percepción de la realidad mediante representaciones comunes y matizadas. La explicación, hoy por hoy lejos está de fundamentarse en la herencia genética, ni en la genética misma. Contamos con el sistema cognitivo, que no es poco, el cuál formará un triángulo junto con el cerebro y experiencia de la realidad cuyo centro será el lenguaje.
Eso de contar las lenguas habidas queda en manos de quien quiera volverse loco y ponerse. Verdadero sentido tendría ponerse primero de acuerdo, acordar qué tomamos por lengua y luego empezar el recuento como se hacen los censos demográficos, que por mucho que se comparen las hablas con el ser y estar vivo parece no ser merecedora de ser tomada como tal, en toda su extensión, aparcándose la costosa búsqueda en cierto modo. Y resultado de esos esfuerzos son cifras aproximadas que sustentan una base de datos maleable o poco fija y aunada.
En España es habitual nombrar cuatro lenguas como mínimo: castellano, catalán, vasco y gallego. Bien pues el Ethnologue complementa o lleva la contraria enumerando 14: aragonés, bable (dialecto de los asturianos), vasco, caló (lenguaje de los gitanos españoles), catalán, extremeño, chapurreau, gallego, gascón (dialecto románico de la antigua región francesa Gascuña) o aranés (variante del gascón), romaní (lengua de unos pocos gitanos en España), quinqui referente a cierto grupo social marginado de la sociedad por su forma de vida) y castellano; además de las dos lenguas de señas para sordos (castellana y catalana). Aunque parezcan muchas, podrían considerarse más… por no hablar de las variantes de las mismas. El contarlas es proporcional a la definición previa, demostrado.
A las definiciones de “lengua” entendidas de una u otra forma, las podemos someter a un sugerente punto de vista reducido, que es entenderla como la interrelación de ideas o realidades a transmitir por un individuo. En muchas definiciones se la distingue sencillamente de la comunicación animal… pero el factor común es su naturaleza sistemática viva.
Culturalmente se tiende a reconocer una etnia con una lengua, aunque no sea del todo adecuado. En general, el mundo lingüístico comprende desde razas hasta costumbres. Razas que más adelante veremos que no determinan tanto la lengua; y costumbres que mueven, procrean o mutan parámetros establecidos por y para la relación social comunicativa. Cuantificar las lenguas si no es una tarea complicada, es dada por imposible pues como órgano “viviente” nacen y mueren al antojo de los hablantes y del mayor o menor uso que se las den. Para encauzarlo a nuestro marco nacional en comparación al resto de núcleos de habla conocidos o reconocidos, mención especial se gana la situación española lingüística que si bien es germen de discrepancias, polémica, debate, defensivas y, en el peor de los casos, ofensivas; abrir la perspectiva a otros países y grupos sociales podría resultar alentador al comprobar que existen situaciones peores o mejores, dependiendo de cómo se mire. Ejemplo son alrededor de 9 países que por sí solos poseen más de 200 lenguas. Camerún, de doce millones de habitantes conviviendo en un tercio de lo que sería el área española cuenta con 270, mientras la suma de toda Europa asciende a 225 lenguas. India supera las cifras con 380; no menos las 450 de Indonesia y continúa la puja aquellas 670 en Indonesia. ¿Se puede dar más? De momento a la cabeza queda Papúa Nueva Guinea conformando una red de comunicaciones en 850 lenguas diferentes; tanto es así que no se entienden unos con otros.
Ahora a lo grande. El reparto de lenguas por el mundo queda en un 15 por ciento para América, treinta por ciento por África, el 32 es para Asia, ya un 19 del porcentaje representa las lenguas habladas en el Pacífico conteniendo a Australia y la minoría es el 4 por ciento que coexisten en Europa y Oriente Medio.
Pero lo que tienen todas en común es el mantener rasgos semejantes que las caracterizan porque se ha demostrado que se puede expresar lo mismo en unas y otras lenguas obedeciendo todo ello a la necesidad de percepción de la realidad mediante representaciones comunes y matizadas. La explicación, hoy por hoy lejos está de fundamentarse en la herencia genética, ni en la genética misma. Contamos con el sistema cognitivo, que no es poco, el cuál formará un triángulo junto con el cerebro y experiencia de la realidad cuyo centro será el lenguaje.
Eso de contar las lenguas habidas queda en manos de quien quiera volverse loco y ponerse. Verdadero sentido tendría ponerse primero de acuerdo, acordar qué tomamos por lengua y luego empezar el recuento como se hacen los censos demográficos, que por mucho que se comparen las hablas con el ser y estar vivo parece no ser merecedora de ser tomada como tal, en toda su extensión, aparcándose la costosa búsqueda en cierto modo. Y resultado de esos esfuerzos son cifras aproximadas que sustentan una base de datos maleable o poco fija y aunada.
En España es habitual nombrar cuatro lenguas como mínimo: castellano, catalán, vasco y gallego. Bien pues el Ethnologue complementa o lleva la contraria enumerando 14: aragonés, bable (dialecto de los asturianos), vasco, caló (lenguaje de los gitanos españoles), catalán, extremeño, chapurreau, gallego, gascón (dialecto románico de la antigua región francesa Gascuña) o aranés (variante del gascón), romaní (lengua de unos pocos gitanos en España), quinqui referente a cierto grupo social marginado de la sociedad por su forma de vida) y castellano; además de las dos lenguas de señas para sordos (castellana y catalana). Aunque parezcan muchas, podrían considerarse más… por no hablar de las variantes de las mismas. El contarlas es proporcional a la definición previa, demostrado.
lunes, 4 de febrero de 2008
Se cambian votos por andaluces bilingües
Hoy hemos sido testigos de una nueva propuesta electoral, fundada con el único fin de ganar votos, cosa muy común en estos días de campaña política. En este caso, la reforma propone ciertos cambios en la educación para lograr que las distintas lenguas existentes en nuestro país alcancen una mayor difusión territorial. Con ello, las lenguas de uso minoritario serán más conocidas entre la sociedad española y cada vez más personas podrán comunicarse utilizando el léxico catalán, gallego o vasco.
Atendiendo a la actualidad de este tema, nos hemos visto en la obligación de dedicarle una entrada de nuestro blog, pues bien merece la pena; aunque con esto se retrase el tratamiento de nuestra investigación, que estaba previsto ser iniciado con una breve introducción sobre el origen y desarrollo de las lenguas que conviven en España.
La noticia saltaba a los medios con titulares como el siguiente:
El PSOE ofrecerá estudios de gallego, catalán y euskera en Andalucía para “facilitar la movilidad laboral”
Después de haber llamado la atención de los receptores, en el cuerpo de información se explicaba que Manuel Chaves, actual presidente de la Junta de Andalucía, propone la ampliación de la oferta lingüística de las Escuelas Oficiales de Idiomas de su región, incluyendo el catalán, el euskera y el gallego. Estas lenguas serían estudiadas por quienes desearan aprenderlas voluntariamente, siempre y cuando se diera “una acusada demanda” para conseguir como objetivo “facilitar la movilidad laboral de aquellos andaluces y andaluzas que lo requieran”. Así es como se señala en una enmienda del PSOE presentada al programa electoral que será aprobada en una conferencia política este fin de semana en Granada.
A raíz de esta información, han surgido distintas posturas al respecto.
Los eternos rivales, el partido socialista y el partido popular, contraponen nuevamente sus prioridades. Javier Arenas, candidato popular a la presidencia de la Junta de Andalucía para las próximas elecciones, recalcaba la discordancia de esta medida con la ansiada unidad de España mediante las siguientes declaraciones: «No he conocido una propuesta que suponga una mayor coartada para los nacionalismos. Esto significa aceptar la desigualdad de oportunidades y, que con el castellano no se pueden tener los mismos derechos».
Según Arenas, la iniciativa de Manuel Chaves no es más que la conformidad con el hecho de que si los andaluces quieren trabajar en Cataluña no podrán hacerlo utilizando su propia lengua, sino que tendrán que saber catalán (ocurriendo esto mismo en Galicia y País Vasco con sus respectivas lenguas).
Los populares acusan al PSOE de advertir a los andaluces para que se amolden a la situación aceptando que su lengua no es suficiente para trabajar o comunicarse en tres comunidades autónomas del Estado.
Habiendo comprendido las posturas de ambas corrientes políticas, debemos considerar que aprender rasgos concretos de las diferentes culturas asentadas en nuestro país a lo largo de varios siglos, como es el caso de las lenguas, amplía la cultura general y las posibilidades de éxito en el ámbito laboral y personal de nuestras vidas.
Sin embargo, al tratar esta polémica cuestión desde la opinión pública, remitimos a las tradicionales disputas de ideologías nacionalistas. No está demás reivindicar la importancia y el uso de las lenguas minoritarias pero no se debe olvidar que el castellano es la lengua oficial del Estado. Así, este tema generaliza entre la sociedad el conocimiento de las lenguas propias de Cataluña, Galicia y País Vasco, pero no deberá nunca eclipsar la importancia del castellano como símbolo de una lengua común a todos los miembros de nuestra nación.
Atendiendo a la actualidad de este tema, nos hemos visto en la obligación de dedicarle una entrada de nuestro blog, pues bien merece la pena; aunque con esto se retrase el tratamiento de nuestra investigación, que estaba previsto ser iniciado con una breve introducción sobre el origen y desarrollo de las lenguas que conviven en España.
La noticia saltaba a los medios con titulares como el siguiente:
El PSOE ofrecerá estudios de gallego, catalán y euskera en Andalucía para “facilitar la movilidad laboral”
Después de haber llamado la atención de los receptores, en el cuerpo de información se explicaba que Manuel Chaves, actual presidente de la Junta de Andalucía, propone la ampliación de la oferta lingüística de las Escuelas Oficiales de Idiomas de su región, incluyendo el catalán, el euskera y el gallego. Estas lenguas serían estudiadas por quienes desearan aprenderlas voluntariamente, siempre y cuando se diera “una acusada demanda” para conseguir como objetivo “facilitar la movilidad laboral de aquellos andaluces y andaluzas que lo requieran”. Así es como se señala en una enmienda del PSOE presentada al programa electoral que será aprobada en una conferencia política este fin de semana en Granada.
A raíz de esta información, han surgido distintas posturas al respecto.
Los eternos rivales, el partido socialista y el partido popular, contraponen nuevamente sus prioridades. Javier Arenas, candidato popular a la presidencia de la Junta de Andalucía para las próximas elecciones, recalcaba la discordancia de esta medida con la ansiada unidad de España mediante las siguientes declaraciones: «No he conocido una propuesta que suponga una mayor coartada para los nacionalismos. Esto significa aceptar la desigualdad de oportunidades y, que con el castellano no se pueden tener los mismos derechos».
Según Arenas, la iniciativa de Manuel Chaves no es más que la conformidad con el hecho de que si los andaluces quieren trabajar en Cataluña no podrán hacerlo utilizando su propia lengua, sino que tendrán que saber catalán (ocurriendo esto mismo en Galicia y País Vasco con sus respectivas lenguas).
Los populares acusan al PSOE de advertir a los andaluces para que se amolden a la situación aceptando que su lengua no es suficiente para trabajar o comunicarse en tres comunidades autónomas del Estado.
Habiendo comprendido las posturas de ambas corrientes políticas, debemos considerar que aprender rasgos concretos de las diferentes culturas asentadas en nuestro país a lo largo de varios siglos, como es el caso de las lenguas, amplía la cultura general y las posibilidades de éxito en el ámbito laboral y personal de nuestras vidas.
Sin embargo, al tratar esta polémica cuestión desde la opinión pública, remitimos a las tradicionales disputas de ideologías nacionalistas. No está demás reivindicar la importancia y el uso de las lenguas minoritarias pero no se debe olvidar que el castellano es la lengua oficial del Estado. Así, este tema generaliza entre la sociedad el conocimiento de las lenguas propias de Cataluña, Galicia y País Vasco, pero no deberá nunca eclipsar la importancia del castellano como símbolo de una lengua común a todos los miembros de nuestra nación.
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